Los retos alfa y los retos beta
El Global
La semana pasada tuve el placer de participar en la 5ª Jornada Hacia un sistema sanitario basado en la creación de valor de la Fundación Instituto Roche. Presenté una breve ponencia sobre el “Marco legal y nuevos modelos de financiación en terapias innovadoras”, que cerré con una reflexión que he venido repitiendo al menos en los últimos cinco años: la innovación es posible porque hay personas e instituciones (privadas y públicas) que se esfuerzan por resolver retos alfa. En el ámbito sanitario lo han hecho muy bien. Basta ver cómo ha evolucionado la esperanza de vida en los últimos 30 años. Sin embargo, al resolver un reto alfa aparecen retos beta. Es inevitable, no puede ser de otro modo. Al innovar, se generan nuevos interrogantes.
En el caso del medicamento, y en nuestro entorno, el gran reto beta es la sostenibilidad del sistema sanitario, a pesar de que estudios recientes de los que se hace eco El Global en su número 861 indican, como apunta Carlos B. Rodríguez, que “el león podría no ser tan fiero como lo pintan”. Mi reflexión al respecto concluía con la idea de que la gestión de los retos beta, que es muy necesaria, debe hacerse respetando dos condiciones: en primer lugar, deben protegerse los derechos fundamentales de los pacientes (aquí la equidad juega un papel muy importante). En segundo lugar, los gestores de riesgos beta deben velar por que quienes se preocupan de los riesgos alfa sigan pedaleando. A mí me parece que quienes están pedaleando en el desarrollo de nuevas terapias —lo cual seguro que es más duro que el Mont Ventoux, que es muy muy duro—, pueden desanimarse si al llegar a la cima les dicen que no hay premio porque las dificultades que tienen los pacientes para acceder a sus productos son prácticamente insuperables.
La sostenibilidad exige mucha prudencia y medidas adecuadas para que los pacientes puedan beneficiarse de las nuevas terapias, pero no puede ser un monstruo que impida seguir trabajando para superar retos alfa. Para cumplir con esta segunda condición, es indispensable desterrar algunos prejuicios absurdos. ¿Quieren un ejemplo? Es frecuente escuchar que los medicamentos que no aporten valor terapéutico incremental no deben financiarse. Si así fuera, no habría medicamentos genéricos ni biosimilares, cuya gran aportación es que generan competencia en precios, algo fantástico, pero que sólo existe en las economías de mercado. Resulta así que quien ataca el libre mercado tiene que apostar por algo, la competencia, que sólo ese libre mercado le proporciona.
Para acabar, un apunte jurídico: las normas europeas y la jurisprudencia dejan claro que la fabricación hospitalaria, para pacientes concretos, de medicamentos cuya seguridad y eficacia no se evalúa del mismo modo que en el caso de los productos industriales es una excepción a la regla general; y que cuando para una indicación existe un producto industrial autorizado, los pacientes deben tratarse con el producto industrial autorizado, no con la preparación hospitalaria.