El calado de las normas y la trascendencia de la imagen

Jordi Faus

EL GLOBAL

Hace dos semanas les hablaba de la imagen de la administración y de algunos gestos que me suscitaban algunas dudas. Poco después de escribir esa columna completé un trabajo que me pidió una editorial de Londres explicando las novedades más significativas que se habían producido en España, en el ámbito del derecho farmacéutico, en el año 2013. Esto me llevó a pensar que en 2013 nuestra administración sanitaria ha llevado a cabo, en el ámbito de la regulación, una labor digna de ser destacada. En este sentido, basta recordar que en julio 2013 se aprobó una importante reforma de la Ley 29/2006 mediante la publicación de la Ley 10/2013 y que en un mismo año se han aprobado un nuevo real decreto en materia de farmacovigilancia, otro en materia de distribución y uno relativo a la venta de medicamentos por Internet.

Todos han sido textos de cierta complejidad al incidir sobre cuestiones importantes con serio impacto sectorial; y a pesar de las críticas que a veces podamos hacer a su tramitación y contenido, es justo reconocer que su aprobación revela un esfuerzo importante por parte de la administración. Una administración que, además, ha dedicado también esfuerzos a la elaboración de proyectos normativos importantes, como ensayos clínicos, precios de referencia o financiación y reembolso.

Por su parte, en 2013, la industria se ha preocupado por seguir avanzando en el despliegue de normas y procedimientos relativos a sus relaciones con los profesionales sanitarios y con las organizaciones de pacientes: el 1 de enero entró en vigor el nuevo Código de Buenas Prácticas de la Industria Farmacéutica. Alguien podría pensar que la aprobación de este código también tiene que ver, sobre todo, con la imagen de la industria. Dotarse de mecanismos de autorregulación y control efectivo como lo ha hecho la industria farmacéutica europea tiene sin duda un impacto positivo en su imagen y cuando una compañía como GSK anuncia que dejará de remunerar a sus vendedores en función del nivel de prescripciones, muchos medios de comunicación del mundo entero llevaron la noticia en portada. Sin embargo, en el caso del código y del sistema de autorregulación, es mucho más importante el fondo que la comunicación. Las noticias que este mismo diario ha publicado respecto de estas dos cuestiones han tenido una repercusión baja en las redes sociales.

No nos engañemos, a la mayoría de la gente le interesa más el coste del fichaje de Neymar que lo que las farmacéuticas paguen a los médicos por dar una conferencia o por participar en un consejo asesor. Por ello es bueno que el nuevo código se ponga en marcha sin grandes aspavientos y sin crear complejos innecesarios. La mayoría de las compañías, la patronal, la USD y en especial su director, José Zamarriego, llevan trabajando en la dirección correcta muchos años y conviene que lo sigan haciendo con poco ruido y ritmo adecuado para que las novedades se vayan asentando de forma correcta. Por cierto, hablando de fútbol, ¿no les parece extraño que pueda ser más fácil conocer cuánto paga un laboratorio a médicos que le prestan servicios, que la prima que los jugadores de la selección recibirán si ganan el mundial?

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