Efectos secundarios del ‘Brexit’: la sede de la EMA

Jordi Faus

EL GLOBAL

Hace dos semanas, concluí esta columna, dedicada a qué podría suceder en el mundo del medicamento si ganaba la opción del “leave” en el referéndum británico, con estas palabras: “…si gana la opción del leave el impacto en el ámbito del medicamento y del derecho farmacéutico será muy relevante. Depende de ellos, y si deciden irse les seguiré respetando y queriendo mucho; pero ojalá se queden”. Han decidido irse, y a pesar de lo que se ha escrito en diversos medios británicos (incluidos tabloides tan prestigiosos como The Guardian y el Financial Times) a mí me cuesta creer que finalmente se queden.

En el Reino Unido el sentido de respeto a la voluntad popular está tan arraigado que no sería bueno abrigar esperanzas sobre su permanencia en la UE. En esta situación, cuando el gobierno británico envíe a Bruselas la famosa notificación del Artículo 50 del Tratado de la Unión Europea, comenzará el plazo de dos años para negociar las condiciones de su separación. Sea cual sea el resultado de éstas, una cosa es segura: la Agencia Europea de Medicamentos deberá abandonar Londres y buscar una nueva sede en alguna otra ciudad de la UE.

Yo sigo apenado por su marcha; y preocupado por el impacto que puede tener en el proyecto europeo común, pero es evidente que la posibilidad de alojar a la EMA es uno de esos efectos secundarios positivos del Brexit. Francia, Dinamarca, Suecia e Italia ya se han postulado. En España, el gobierno de la Generalitat ha creado una comisión encargada de impulsar la candidatura de Barcelona.

A partir de ahora, y en los próximos meses, se hablará mucho sobre esto. Muchos mensajes serán negativos: Italia no debería llevársela EMA porque ya tiene la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria; en Dinamarca se encuentra la Agencia Europea de Medioambiente, en Suecia oscurece muy pronto en invierno; y la vida en París es muy cara. Desde fuera de España es posible que los mensajes sobre Barcelona tengan que ver con el hecho de que Alicante es sede de la OAMI.

En plan más positivo, frente a un proyecto de esta envergadura surgen diversas ideas. Sin necesidad de ordenarlas por importancia, destacaría en primer lugar la conveniencia de articular una propuesta firmemente apoyada en criterios técnicos y multifactoriales. Que la Comisión creada por el gobierno de la Generalitat agrupe representantes de varios departamentos (Vicepresidencia, Economía, Salud, Asuntos y Relaciones Institucionales y Exteriores y Transparencia; así como Empresa y Conocimiento) es un primer paso en la buena dirección. Que la propuesta se apoye en el interés estratégico y en el potencial competitivo de la industria farmacéutica y sanitaria en Catalunya y en España también tiene sentido. Dando por sentado que la candidatura de Barcelona recibiría el imprescindible patrocinio municipal, sus posibilidades dependerán en buena medida de los apoyos que reciba desde el resto de España. El grado de excelencia que ha alcanzado la Agencia Española del Medicamento es, sin duda, un aval de primer nivel en este proceso; y sería bueno que la Comisión creada por el gobierno dela Generalitat buscase complicidades en la calle Campezo. Obviamente, se deberá lograr también el respaldo necesario de las asociaciones empresariales y del Gobierno de España.

No será fácil, pero valdrá la pena intentarlo, con serenidad y amplitud de miras. Por cierto, sigo pensando que ojalá no hubiese Brexit, y que la EMA se quedase en Londres.

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