Retos y oportunidades de la Inteligencia Artificial

Jordi Faus y Claudia Gonzalo

El Global

La semana pasada tuve el privilegio y el placer de participar en la jornada sobre “Innovación Digital en Salud: transformación para un sistema eficiente y accesible” celebrada en el Senado, organizada por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) con la colaboración de Novartis.

Bajo la moderación de Mireia Castro (Directora Jurídica de Novartis España), participé en un diálogo sobre las implicaciones de la nueva regulación en materia de inteligencia artificial con Joaquín Cayón de las Cuevas (Jefe del Servicio Jurídico del Servicio de Salud de Cantabria). Lo hicimos ante diputados nacionales y autonómicos; cerrando una jornada con magnificas intervenciones que ilustraron algunos de los retos y oportunidades que la inteligencia artificial plantea en la prestación de asistencia sanitaria.

Mi principal conclusión, especialmente después de escuchar al Dr. Manel del Castillo del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, es que del mismo modo que la inteligencia artificial no es un fin en sí mismo, sino un medio para mejorar el servicio a los pacientes; las normas que la regulan deben ser un instrumento que canalice adecuadamente las iniciativas en esta materia, impulsando su desarrollo.

¿Saben cuál es la gran ventaja que vamos a disfrutar los ciudadanos europeos en este ámbito? Si todo va como se contempla en el Reglamento de Inteligencia Artificial aprobado por el Parlamento Europeo y el Consejo, vamos a beneficiarnos de sistemas de inteligencia artificial centrados en las personas, fiables, con garantías adecuadas tanto en lo que respecta a su calidad intrínseca como a la protección de los derechos fundamentales. Además, serán sistemas que se podrán desplegar en el territorio de la Unión sin obstáculos derivados de normas nacionales. De modo que no teman, el apoyo a la innovación no es incompatible con la protección de estos derechos.

Esto, a mi entender, está íntimamente relacionado con lo que, según otros ponentes de la jornada, profesionales sanitarios y gestores del sistema, cabría esperar de la inteligencia artificial. En primer lugar, mejor conexión con el ciudadano y con los profesionales sanitarios, con las personas. Un ejemplo que se comentó y que es ilustrativo: si una máquina puede interpretar lo que el médico explica, reflejarlo en la historia clínica y tramitar las peticiones de pruebas mencionadas por el médico mientras éste mira a los ojos del paciente en lugar de mirar al teclado y a la pantalla del ordenador, no hay duda de que la conexión mejora.

En segundo lugar, nuevas capacidades. Estos sistemas, alimentados con datos de calidad, comportarán mejoras a nivel predictivo y a nivel asistencial. Obviamente comportarán cambios, requerirán planes de capacitación del ciudadano y reformas estructurales en las entidades gestoras de las prestaciones sanitarias, cambios que deberán estudiarse y aplicarse con la prudencia debida, pero que sin duda serán para bien.

Finalmente, lo que los pacientes, los profesionales y los gestores desean es contar con un marco jurídico que combine rigor en la protección de los derechos fundamentales con seguridad jurídica y flexibilidad a la hora de su implementación. No será fácil, pero no me cabe duda de que lo conseguiremos.

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