Un hombre de letras y leyes en el Ministerio

Jordi Faus

EL GLOBAL

El nombramiento de Alfonso Alonso como nuevo Ministro de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, una vez conocida la dimisión de Ana Mato, ha sido objeto de diversas lecturas dentro del sector. Se han destacado su perfil político, su talante negociador; y también su supuesta falta de experiencia en el ámbito sanitario. En la búsqueda de algún elemento más mediático, incluso se ha aireado su condición de fumador. Nada o poco se ha dicho, sin embargo, acerca de su formación académica como filólogo y abogado. Situar a un hombre de letras y leyes al frente del ministerio, más allá de que pueda parecer sorprendente para muchos, a mí me parece un gran acierto.

En nuestro entorno, da la impresión de que estudiar humanidades ha quedado relegado a grupos marginales de sufridos intelectuales o de estudiantes que no han alcanzado el nivel suficiente para acceder a otras facultades más técnicas. Y habría que decir que aquí que esta situación de incomprensión hacia el ‘hombre de letras’ no es única en España. Universidades tan importantes como Stanford o Princeton, en Estados Unidos, analizan continuamente cómo atraer estudiantes a sus facultades de humanidades ante la falta de afluencia. Sin embargo, existen pruebas de que, a medio y largo plazo, las organizaciones que se dedican a seleccionar personas para ocupar cargos directivos, ya sea en el ámbito empresarial o en el de las administraciones públicas, valoran especialmente la capacidad de razonamiento, de pensamiento crítico, de creatividad, de empatía y de comunicación, por citar algunas, que suelen distinguir a quienes se han formado en este terreno tan denostado en las sociedades modernas.

Como me toca de cerca, no quiero dedicar elogios a quienes se han formado en el terreno de las leyes y han practicado la abogacía; pero no puedo dejar pasar la oportunidad para destacar que el nombramiento de un jurista como Ministro de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad pone de relieve la importancia del derecho en el entorno de la sanidad. En este sentido, es innegable que las normas, los procedimientos y la jurisprudencia están omnipresentes en la actuación de los profesionales sanitarios y de las compañías que operan dentro de este sector.

A veces puede ser que tanta norma llegue a abrumar, y es evidente que en muchas ocasiones la técnica legislativa y reglamentaria debe mejorarse; pero no debemos perder de vista que tanta regulación tiene su fundamento en la esencia misma de la sanidad, que no es más que la protección y mejora de la salud de las personas; para lo cual hacen falta también muchas y buenas normas.

Bienvenido sea pues un hombre de letras y de leyes al frente del ministerio. Le queda por delante un tiempo relativamente corto hasta agotar la legislatura, y una agenda compleja.

Desde aquí le deseamos suerte, esa que a todos nos hace falta, a sabiendas de que sus primeras decisiones hacen pensar que en su caso la encontrará.

Si se confirma el nombramiento de Rubén Moreno como secretario general de Sanidad, como sustituto de la dimitida Pilar Farjas, sería una buena primera noticia. Un doctor en

Medicina, con amplia experiencia en el ámbito de la investigación, sería una muy buena elección. Esperemos que el letrado y el médico; junto con su equipo, aportando lo mejor de sus capacidades como sin duda lo harán, tengan el acierto que necesita la sanidad.

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