Poniendo el acento en el valor de la innovación

Juan Suárez

EL GLOBAL

La pasada semana tuve ocasión de participar en el Café de Redacción organizado por Wecare-u, el grupo editorial que edita EG y Gaceta Médica, en torno al valor del medicamento de marca como instrumento de ahorro para el Sistema Nacional de Salud. El formato amable y distendido de estos encuentros, que la editorial viene organizando regularmente con gran éxito, y, en especial, la experiencia y buen hacer de los contertulios con los que tuve el placer de compartir mesa, dieron paso a un debate enriquecedor y a un provechoso intercambio de ideas y pareceres.

Sin necesidad de entrar en mayores detalles, fue reconfortante constatar la sensibilidad de los distintos agentes del sector de la salud, industria, pacientes y profesionales sanitarios, en torno al papel determinante que el medicamento de marca juega desde hace muchos años en la sostenibilidad de nuestro sistema sanitario. No se trata de restar méritos a la industria del genérico, cuya aportación en este campo también es importante, pero tendemos a olvidar que la industria innovadora es la que abre el camino a las nuevas herramientas terapéuticas, indispensables para un adecuado abordaje de la salud, asumiendo en solitario el riesgo y el coste de dicha innovación. Industria que, también conviene recordarlo, sigue siendo uno de los motores clave de la economía en estos difíciles momentos, y de la que se viene demandando desde hace ya muchos años esfuerzos importantísimos en sus precios.

Otra de las cuestiones que se pusieron sobre la mesa fue el papel que podría llegar a jugar el futuro Real Decreto sobre Financiación y Precio de los fármacos a la hora de corregir algunos desequilibrios del sistema. Personalmente, y al margen de la eventual bondad de la norma en otros aspectos, no guardo demasiadas esperanzas. Los desequilibrios más llamativos, como, por ejemplo, la poco justificable discriminación a favor del medicamento genérico en caso de igualdad de precio, exigirían la tramitación ante el Parlamento de una modificación de la actual ley del medicamento, por lo que la corrección de dichos desequilibrios deberá llevarse a cabo por otras vías.

Por otro lado, es indudable que el futuro Real Decreto contribuirá a despejar algunas incertidumbres que lastran la confianza de compañías innovadoras e inversores en nuestro sistema de precios. Por ejemplo, sería deseable que se concretaran los criterios en base a los que se adoptarán los famosos IPT, tanto en su vertiente terapéutica como económica, respecto de los que poco aporta la actual propuesta de colaboración publicada en la página web de la Aemps. Igualmente, sería deseable que se concretaran los criterios sobre los que se evaluará la contribución de la compañía al PIB nacional, despejando la incertidumbre de si se tendrán en cuenta las inversiones productivas directas únicamente, o si también se tendrán en cuenta partidas como los ahorros a medio y largo plazo para el sistema.

Cabe lamentar, tal vez, que una disposición de tan singular importancia no haya sido objeto de una reflexión conjunta previa, involucrando a decisores, industria, pacientes y profesionales. Llegaremos a ello, es verdad, a través del trámite de audiencia que se prevé inminente. Pero qué duda cabe que el contraste de las distintas sensibilidades del sector en un momento inicial podría haber contribuido a dotar de un alto grado de consenso.

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