Europa, Europa, y… más Europa
El Global
Soplan, en buena parte del mundo occidental, vientos a favor de mensajes grandilocuentes, cargados de superlativos. El ya famoso “MAGA” es sin duda un buen ejemplo. La Comisión Europea, tal vez consciente de que hoy en día la fuerza de los esloganes importa más que nunca, se ha sumado a esta tendencia. Su Comunicación de 2 de Julio de 2005 lleva por título “Elegir Europa para las ciencias de la vida. Una estrategia para situar a la UE como el lugar más atractivo del mundo para las ciencias de la vida en el 2030”.
Ahí queda eso, nada más y nada menos que convertirnos en “el lugar más atractivo del mundo para las ciencias de la vida” en cinco años. Del mundo, casi nada. La primera impresión es que alguien en Bruselas se ha venido arriba y quiere lanzar un mensaje motivador, un reto difícil de rechazar. ¿Cómo vamos a oponernos a ser “el lugar más atractivo del mundo para las ciencias de la vida”? Después de una pausa no tardan en aparecer, cual nubarrones, los susurros irónicos. “Sí, claro, pero Europa no sirve para nada; mucho hablar, pero cada vez estamos más lejos de Estados Unidos y de China, que nos han adelantado por la derecha y por la izquierda”.
Siempre que escucho estas críticas empiezo mi defensa europeísta, que mis amigos y algunos familiares escuchan pacientemente una y otra vez, aunque no les convenza. Me siguen tildando de euroidealista romántico o incluso de pecar de eurocéntrico. Yo me consuelo diciendo que olvidan parte de la historia. Hoy, vista la Comunicación, puedo añadir otro consuelo: probablemente no han tenido tiempo de leerla. En su libro “Europa”, Timothy Garton Ash empieza con una frase de Kierkegaard (Journal JJ:167): “It is really true what philosophy tells us, that life must be understood backwards. But with this, one forgets the second proposition, that it must be lived forwards”.
Cualquiera que tenga interés en las políticas europeas en materia de ciencias de la salud, si lee esta Comunicación, verá que desde Bruselas se sigue mirando al pasado con cariño; pero sin olvidar en modo alguno la relevancia del futuro. El pasado crea retos, ¿cómo no van a existir en una estructura jurídica y política que aglutina 27 estados celosos de preservar la soberanía que les queda? El pasado genera desafíos, pero ofrece un legado que permite plantear una estrategia pensada en las empresas, buscando ecosistemas de innovación más dinámicos y una mejora de la competitividad; pero también (y especialmente) en las personas.
La comunicación lo dice bien claro: “además de mantener la competitividad, se trata también de una inversión estratégica en la justicia intergeneracional, ya que el objetivo es que Europa lidere con determinación, de modo que la innovación esté al servicio de las personas y del planeta, tanto ahora como en las generaciones futuras”. Es una lectura recomendable, no se la pierdan.