Libertad y responsabilidad
El Global
Hace escasas fechas la versión digital de un diario de tirada nacional se hacía eco de la invitación de una multinacional farmacéutica a un grupo de parlamentarios españoles, a fin de que estos pudieran conocer su planta de producción de biosimilares situada en otro país europeo y departir con responsables de la compañía. Las declaraciones de los distintos grupos parlamentarios y de la propia multinacional a las preguntas del diario, que aparecían también recogidas en el artículo, parecen constatar que la información ofrecida en el mismo era perfectamente veraz y contrastada. Hasta aquí todo normal. Resulta encomiable, en cualquier caso, la preocupación mostrada por el medio por conocer y recoger las reacciones de las partes, así como por acercar el conocimiento sobre estos productos, indispensables para la medicina moderna, a los pacientes y al público en general.
Debo confesar, sin embargo, que algunos elementos de esta información periodística se me antojaron algo chocantes. La primera pregunta que me vino a la mente, como cabría esperar, fue acerca del propio interés informativo del asunto. Nada hay que objetar -lo contrario, en todo caso- a que los medios nos mantengan informados de las interacciones de nuestros representantes con el sector privado. Pero tanto el titular de la noticia así como el contenido revisten el artículo de un cierto sesgo ideológico, cuando menos a mi juicio. Y ello despierta inevitablemente la sospecha de si no se estará exagerando el supuesto interés informativo del asunto, sembrando dudas sobre una actividad perfectamente legítima y habitual, a fin de poner de relieve a ojos del lector la aparente pureza de principios de algunas corrientes ideológicas.
Conste que soy inflexible defensor del papel de los medios -junto con los tribunales de justicia, claro está- como garantes irreemplazables de la transparencia y probidad de las actuaciones de los representantes públicos. Como cualquiera con dos dedos de frente, por otro lado. Sin embargo, creo de forma igualmente firme en la responsabilidad que conlleva la libertad de información, y en la necesidad de que los medios revistan sus informaciones periodísticas, que no se presenten como artículos de opinión, del rigor y neutralidad que demanda su importante papel de informadores del gran público. La importancia del debate político sobre el papel de los medicamentos biotecnológicos y de su variedad conocida como medicamentos biosimilares en el presente y en el futuro de nuestro sistema sanitario es sencillamente difícil de exagerar. No sólo en lo que se refiere a dotar al sistema de un nuevo arsenal terapéutico que nos permite tratar patologías muy serias en formas que no podíamos ni soñar hace algunas décadas, sino también en cuanto a su papel a la hora de contribuir la siempre precaria sostenibilidad de nuestro sistema sanitario. Que un sector industrial estratégico como el biotecnológico, que exige una finura legislativa sin precedentes, se preocupe de acercar a los decisores políticos a la realidad de su sector es normal y constituye una práctica perfectamente habitual. De hecho, cualquiera que no se preocupe de ello tiene garantizados seguramente serios problemas a medio y largo plazo. Y que el coste del asunto corra a cargo del propio sector y no del sufrido contribuyente, pues que quieren que les diga, me resulta muy difícil encontrarle peros razonables al asunto. Las exhibiciones públicas de pureza inmaculada, impostadas o no, pueden ser muy útiles cara al propio electorado, pero resultan poco prácticas y pueden enrarecer un debate muy serio que debería discurrir por otros derroteros bastante más importantes. Que el legislador se encierre en una torre de marfil, y se mantenga ajeno a la realidad que luego deberá regular, no me parece desde luego la estrategia más sensata.