Innovación farmacéutica: diferentes enfoques, mismo objetivo
El Global
La Administración de Alimentos y Medicamentos de EEUU (FDA, por sus siglas en inglés) ha anunciado recientemente la creación de un programa denominado “Programa de Vales de Prioridad Nacional del Comisionado” (Commissioner’s National Priority Voucher Program).
Se trata de una iniciativa que busca acelerar, a través de un procedimiento “fast-track”, la aprobación de nuevos medicamentos desarrollados por compañías farmacéuticas que demuestren estar alineadas con determinadas “prioridades nacionales” de EEUU en el ámbito de la salud pública. Entre estas “prioridades nacionales” se incluyen las siguientes: abordar crisis sanitarias en EEUU; poner a disposición del pueblo estadounidense posibles terapias innovadoras; abordar necesidades de salud pública no cubiertas; y reforzar significativamente la seguridad nacional de EEUU.
A través de estos vales, no transferibles, las compañías podrán acortar los periodos de revisión de sus solicitudes de aprobación, de hasta 10-12 meses a tan solo 1-2 meses. La FDA ha anunciado además otras medidas en la misma línea, como el cese de transferencias de datos genéticos de ciudadanos estadounidenses a países considerados como hostiles. Estas acciones buscan, en conjunto, impulsar la innovación, reducir la burocracia y reforzar la autonomía estratégica del país en el ámbito biomédico.
En este contexto, en el ámbito europeo se está discutiendo la adopción de diversas medidas para estimular, asimismo, la innovación en el ámbito farmacéutico. Entre estas medidas, incluidas dentro del paquete legislativo sobre medicamentos de la Unión Europea, se incluyen los bonos de exclusividad transferibles (TEV), la ampliación de los periodos de protección de datos y de mercado para productos que cubran necesidades médicas no cubiertas o de medicamentos huérfanos, diversas medidas de acceso temprano, los planes de prevención contra la escasez de medicamentos, obligaciones de suministro para ciertos medicamentos, y reformas en la EMA (Agencia Europea de Medicamentos) orientadas a ganar eficiencia, entre otras.
Cada vez es más evidente cómo la normativa farmacéutica se está convirtiendo en una herramienta al servicio de objetivos de interés general más amplios. Tanto en Estados Unidos como en la Unión Europea se están introduciendo reformas regulatorias que van más allá del marco tradicional de autorización y control de medicamentos. En ambos casos, se recurre a incentivos —ya sea acortando plazos de aprobación o ampliando periodos de exclusividad— para fomentar la innovación, reforzar la producción local o garantizar el suministro. Estas iniciativas muestran cómo la política regulatoria está asumiendo un papel más estratégico en la definición de prioridades públicas.
Esta evolución obliga a replantear el modo en que concebimos la regulación farmacéutica: ya no solo como un instrumento técnico al servicio de la salud pública, sino también como una palanca de política industrial, económica y geoestratégica. Si se gestiona con equilibrio y transparencia, esta nueva dimensión puede aportar valor a los ciudadanos, al sistema sanitario y al tejido productivo. Pero también implica riesgos: el uso instrumental de la regulación no debe desvirtuar su esencia ni debilitar sus garantías. El reto está, precisamente, en encontrar ese punto de equilibrio.